lunes, 27 de abril de 2009

LA SIRENA

Paso una semana, y la sirena seguía en casa de los chicos. No había podido decirlo a sus amigos de cole, por que papá no quería que la sirena se convirtiera en atracción de circo y por lo tanto nadie debía saber que nadie la tenía en casa. La sirena debía ser un secreto. Por un lado, eso del secreto esta bien, pero por otro, no podemos fanfarronear delante de los otros chicos diciendo que tenían una sirena era tortuga…

De todos modos, un día a Pablo se le escapó en clase lo de la sirena, pero todos los niños se rieron, y por supuesto la maestra también, así que la historia acabo como una broma. No es tan fácil hacer a alguien que tiene una sirena, si no puede enseñarla. La gente es como Santo Tomas, si no veo, no lo creo.

El gran problema era su alimentación. Al principio le pusieron pescaditos fritos, pero no tuvieron ningún éxito; los peces crudos le hicieron llorar por que estaban muertos y con los peces vivitos y coleando le gustaba jugar, pero no se los comía. Vegetariana tampoco era, las algas ni las había toca y cuando le pusieron lechuga y fruta, las tocaba extrañada – no debía de haber visto ninguna antes – y aunque los niños comían frutas delante de ella para animarla, nunca las probo. Así que papa estaba bastante preocupado porque no comía, y cada vez la veía mas delgada, consumida.

También la consumía la añoranza del mar, estaba seguro. Todas las mañanas los niños se iban al colegio y a el trabajo, así que la Sirena se la pasaba buen parte del día sola en la bañera, y eso evidentemente la ponía aun más triste y papá sufría cuando la encontraba escuchando caracola de mar, su único consuelo.

A veces papá pensaba que si quitaba el tapón de la bañera, la sirena se escaparía por el desagüe, de tantas ganas como debía tener de estar libre. Quería devolverse al mar, pero pensar en sacarla a la calle le daba miedo, si alguien los viera llevando una sirena, todo querrían hacerse con ella y lo mas probable es que acabaría encerrada en un acuario del Puerto.

Los chicos se bañaban por la tarde con ella. Pero la sirena se quedaba siempre en el rincón, por mas que ellos intentaran que participara en el juego, nunca lo hacia. Le gustaba verlos, si, sus ojos brillaban, como si recordara como jugaba con sus amigos en el mar. Al menos eso pensaba papá, cuando la veía. Los chicos no se podían bañar con jabón, porque claro, no sabían como le sentaría el jabón a la Sirena.

Al fin de semana papá dijo que ya era hora de bañarse como es debido, con gel, que luego ya le cambiaria el agua la sirena. Los chicos protestaron, porque costaba muchos viajes a la playa llenar la bañera de agua de mar; pero papá insistió, dijo que el agua tenía que cambiarse de vez en cuando y que ellos tenían que bañarse con jabón y que la idea de tener una sirena en la bañera había sido suya, no de el … Los chicos volvieron a protestar pero entonces papá dijo muy enfadado:

-Además, ya es hora de que la sirena vuelva al mar ¿no os parece? No podemos tenerla aquí más tiempo, así no puede vivir. Cuando todos en el pueblo estén dormidos la llevare a la playa la soltare al mar. Los chicos miraron a su padre, no esperaba que se lo soltara así, tan de sopetón, pero en realidad sabían que papá tenía la razón, no había más que mira a los ojos de la Sirena para comprenderlo, así que se desnudaron sin rechinar para darse el ultimo baño con la sirena.

Los chicos se enjabonaron con el gel, les gustaba hacer mucha espuma. La sirena miraba el jabón, y lo tocaba, le recordaba la espuma del mar. Aspiraba si perfume y parecía gustarles. Papá froto a los chicos con la esponja y Ana le pidió: -¡papá, haznos bombas de jabón! vamos a darle una buena despedida a al Sirena. Fue así como papá comenzó a hacer bombas, soplar el jabón en su mano con suavidad. Bombas y más bombas flotaban por todo el baño. La sirena las miraba encandilada, nunca había visto algo tan hermoso. Transparente y flotante, delicadas… trataba de cógerlas con la mano y iplof!, explotaban, tocándolas con los deditos también ipof! Pero ahí estaba papá haciendo más bombas para sus hijos para la Sirena. Fue la primera vez que vieron a la sirena sonreír. Haz mas bombas, Papá ! - decía con alegría pablo, que por fin veía a la sirena feliz. Yo se lo que le va a gustar a la Sirena de verdad – dijo papá. Papá hizo entonces una bomba de jabón cada vez más grande. Los chicos y la sirena reían encantados. Cuando domino la técnica de las bombas de jabón salió volando por ella. -Soplad, chicos, soplad, que esta bomba ha de llegar al mar.

Los tres soplaron con fuerza y la bomba voló hacia el mar. Era una noche preciosa, con estrellas. Hacia una brisa que ayudo a la burbuja a viajar. La bomba de jabón brillante con su reflejo irisado, y también lo hacían los ojos iluminados de la Sirena y su cola plateada, pues cada vez estaba mas cerca a el mar. Ya oía las olas rompiendo en la playa (mucho mejor que la caracola de la bañera) . La bomba llego sobre el mar. Los chicos vieron como la Sirena la exploto de un coletazo. Y se zambullo de cabeza en el agua. ¡Que bien nadaba, saltando sobre la espuma de las olas! . Los chicos aplaudieron contentos:
-¡Lo ha conseguido!
Papá sintió que su corazón brillaba también. Le lanzo un beso con la mano a la sirena. Abrazo a su hijo y le dijo: -Nadie debe vivir encerrado, ni siquiera por amor. Y las sirenas donde deben estar en el mar.
*****FIN*****

No hay comentarios:

Publicar un comentario